El siglo XV
El siglo XV marca el paso de la Edad Media a la Edad Moderna. Desde el punto de vista artístico el estilo gótico seguirá vigente en Europa, mientras que en Italia se inicia el Renacimiento. En cuanto a la moda, dos centros se disputan la hegemonía como centros creadores: por un lado, la corte de los Duques de Borgoña, donde impera moda francesa o franco flamenca y, por otro, Italia. Hopalandas, jaquetas y jubones constituían el vestuario básico de la sociedad moderna, vestidos sobre las camisas interiores, bragas y calzas. La cabeza adquiere un cierto protagonismo y se pone de moda un corte de pelo llamado “a la escudilla” que amplia el límite del rostro al afeitarse las sienes. Esta estética afectó también a las cabezas femeninas. La importancia concedida a la cabeza, tanto femenina como masculina, es atestiguada por los cortes de pelo y los enormes tocados, traducidos en capirotes para los hombres y tocas de elaborada construcción con soportes sorprendentes para las mujeres, algunos de los cuales repiten los pináculos de las catedrales góticas.
Hopalanda. Matrimonio Arnolfini, Van Eyck.
Nuevamente los dictados estéticos que vemos en las artes figurativas se traducenen la moda y la implican. La verticalidad proyectada en la arquitectura se refleja en la esbeltez de las siluetas, y se subraya con el talle alto en los vestidos, los zapatos de afiladas puntas y los asombrosos henin que la corte de los Duques de Borgoña exhibe como centro creador de moda.
Ahora bien, dentro de esta moda internacional de la que también participa España, al final del siglo XV y coincidiendo con el reinado de los Reyes Católicos, nuestro país empieza a despuntar en este campo por la creación de prendas que han sido decisivas en la evolución de modas posteriores: las camisas margomadas, el verdugado, el trenzado y los chapines. Entre ellas destacamos el verdugado, pues fue el origen de todos los armazones que se sucedieron a lo largo de la historia para ahuecar las faldas. Ni qué decir tiene que este artilugio que apareció bajo el reinado de los Reyes Católicos no pasó desapercibido entre los cronistas de la época, y alguno de ellos atribuye su invención a Doña Juana, esposa de Enrique IV, hermano de Isabel la Católica, criticada siempre por su vida relajada. Evidentemente esta falda armada con aros de hierro, mimbre o junco llamados verdugos, no estaba diseñada para ocultar una preñez, pero, independientemente de quien partiera la idea, lo cierto es que el primer can-can de la historia surgió en España.
Siglo XVI. La moda española en las cortes europeas
El siglo XVI aparece perfectamente definido por dos estilos de vestir: el primero coincidiría con el reinado de Carlos V y el segundo, con el de Felipe II. España, abierta a Europa a partir de la llegada de Carlos V, recibe una importante influencia de modas de otros países que se combinaron o convivieron con las típicas del país. Durante las primeras décadas del siglo, la moda se caracterizó por su variedad, riqueza de colorido y libertad, que, perfectamente combinadas, subrayaron el carácter individual del vestido renacentista implícito en el pensamiento humanista.
En el vestido masculino los rasgos más elocuentes fueron las cuchilladas y las prominentes braguetas, y en el femenino, las vistosas mangas de la camisa bordada y los vestidos encargados de respetar las formas naturales del cuerpo. Alrededor de 1530 empezamos a ver cómo se define una nueva etapa en nuestro país, que deja de ser receptor para convertirse en creador de un estilo típicamente español que imitará toda Europa hasta las primeras décadas del siglo XVII.
En esta etapa de la historia de España, el vestido se convierte en un perfecto aliado de la monarquía más poderosa de Europa. Frente al concepto de libertad que nos ofrecían los vestidos de principios de siglo, con el nuevo estilo, hombres y mujeres sometieron sus cuerpos a las prendas rígidas e inmoviles que exigía la etiqueta española, con la finalidad de transmitir con el lenguaje corporal los gestos sosegados y altivos implícitos en los ideales de la monarquía hispánica.
Las principales prendas que componían el vestido masculino fueron el jubón, que se vestía sobre la camisa; las calzas, compuestas de muslos acuchillados; y las medias. Sobre el jubón se podía vestir la cuera o el coleto, sin mangas, o la ropilla, ésta con mangas. Como complemento, el cuello de lechuguilla, que poco a poco va aumentando su diámetro hasta alcanzar su máxima exageración en el reinado de Felipe III. Con este vestido hay una clara preferencia por prendas vueludas y cortas que dejaban al descubierto las piernas: la capa, con capilla aplastada; el ferreruelo, de hechura circular como la capa y con cuello vuelto; el bohemio, más vueludo y cuyos bordes delanteros quedaban vueltos luciendo el forro; el tudesco, con mangas, aunque se llevaba echado por los hombros sin meter los brazos por ellas.
El vestido de mujer resaltaba la estrechez de la cintura, pero borraba las formas naturales del cuerpo; para ello la moda española hizo uso del llamado cartón de pecho, embrión de los futuros corsés de la historia de la indumentaria, y del verdugado. Sobre estas prendas interiores se vestía la saya entera o un conjunto formado por jubón y basquiña. Los cambios más notorios de esta moda que se mantendrá hasta las primeras décadas del siglo XVII vienen dados por el cuello de lechuguilla, los tocados y los peinados, estos últimos cada vez más altos, y dotan a la cabeza de una forma piramidal. Como prendas “de encima” se usaba la “ropa” o la galerilla, ambas abiertas por delante y sin costura en la cintura: la ropa, más holgada, quedaba despegada del cuerpo, la galerilla se ajustaba a la cintura
Emperatriz Mª de Austria. Galerilla.
El siglo XVII
En el siglo XVII la moda española comienza a perder protagonismo en Europa a la par que su economía y su política. A mediados de siglo la francesa irá paulatinamente eclipsando a la moda española como principal inspiradora del vestido europeo. Mientras tanto España y los españoles e aferraran más que nunca a sus modas y, aunque acogió influencias, especialmente de su país vecino, podemos decir que durante gran parte del siglo XVII se mantuvo un estilo propio, que en los últimos años del reinado de Carlos II seguirá vigente a pesar de iniciarse la introducción de la moda francesa en nuestro país.
El siglo XVII se inicia sin apenas cambios estilísticos en cuanto a moda se refiere. Durante el reinado de Felipe III hombres y mujeres siguen llevando las prendas establecidas en el anterior y son inapreciables las modificaciones, siendo la más notable el enorme tamaño que habían alcanzado los cuellos de lechuguilla. Sin embargo, en el reinado de Felipe IV se produce un cambio radical en el vestido de los españoles: las abultadas calzas del período anterior se sustituyen por los calzones y el cuello de lechuguilla, por el de la golilla. Este vestido masculino, cuyos rasgos más notables fueron el color negro, el cuello de golilla y su tendencia a la austeridad, estaba formado por las siguientes prendas: un jubón que se vestía sobre la camisa interior; una ropilla, que se vestía sobre el jubón; y los calzones. Como complementos, medias de punto, también en color negro, y zapatos.
Como prenda “de encima”, la capa típica llamada ferreruelo. La rígida golilla, que todo el mundo identificaba con España, estaba formada por un soporte de cartón forrado en seda negra sobre el que descansaba un cuello blanco llamado valona. Este cuello, que obligaba a mantener la cabeza erguida, se convirtió en símbolo de la gravedad y altivez de los españoles. Dicho vestido se mantendrá durante el siglo XVII y parte del XVIIII. Los cambios de la moda, a lo largo de los años, afectaron principalmente a las mangas, a los calzones,cada vez más estrechos, y a la hechura de la golilla, que se fue adaptando a las melenas, cada vez más largas.
La moda femenina, especialmente bajo los reinados de Felipe IV y Carlos II, se distanció notablemente de la corriente europea. Las españolas no renunciaron al verdugado, y sobre él fueron elaborando las siluetas que precedieron al “guardainfante”, que hace su aparición alrededor de los años treinta, no sin antes pasar por la crítica de los moralistas y legisladores de la época. En opinión de los contemporáneos vino de Francia, al parecer por obra de unos cómicos que actuaron en Madrid, cuando ya en ese país había pasado de moda. Se dio la curiosa circunstancia de que, en contra de lo que solía suceder, no apareció primero en el traje de corte para después generalizarse entre el resto de los estamentos sociales, sino que su aparición y divulgación se dio primero fuera del círculo cortesano. El modelo francés consistía en una plataforma de mimbre a la altura de las caderas, pero las españolas lo convirtieron en un complicado armazón realizado con aros de madera, alambre o hierro unidos entre sí con cintas o cuerdas que se completaba en la parte superior con mimbre, crin y otros materiales para enfatizar las caderas. El guardainfante se vestía sobre varias enaguas y sobre él, a su vez, se ponía la pollera, falda interior realizada con tejidos ricos de vistosos colores y a veces acolchada con lana para redondear las caderas, encima de la cual se colocaba la falda exterior femenina llamada basquiña.
Alrededor de la década de los setenta el uso del guardainfante fue relegado a las ceremonias muy especiales. El sacristán siguió desempeñando el papel de ahuecar las faldas, bajo el reinado del último Austria, Carlos II, que en poco tiempo fue reemplazado por el tontillo, armazón realizado con aros que se cosían en una falda; se volvía a repetir el sistema de ensamblaje del verdugado.
Junto a los armazones para ahuecar las faldas, el otro elemento que hay que señalar como típico de la moda femenina fue la “cotilla”, prenda armada con ballenas, determinante de la rigidez y tiesura del torso femenino. Se trata de un artilugio surgido de los ideales de belleza del siglo XVI y que se mantuvo durante todo el siglo XVII. La cotilla se vestía sobre la camisa interior femenina, y sobre ella, el jubón. Con estas prendas, los cambios más notorios afectaron a las mangas, escotes y peinados.
A pesar de que en el mercado actual es muy raro encontrar piezas de este tipo que estén en venta, este post dirige su interés hacia un conocimiento más profundo del mundo de la indumentaria, clave para entender otras evoluciones paralelas, como es el caso de las formas artísticas de la época.
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