El Espacio expositivo: Sala Hipóstila
Continuaremos, en este artículo, la exposición sobre los aspectos técnicos del montaje de la exposición de los libros de artista de Chillida. Para la ocasión, se designó la Sala Hipóstila como espacio contenedor de la exposición. Hipóstila significa “bajo columnas” y esta sala abovedada fue la opción ofrecida para la realización de la exposición. De mejor acceso que el actual Museo del Libro, sito en la planta subterránea de la Biblioteca Nacional y primer destino de la exposición (se aprobó el nombramiento de comisario para la realización de la exposición en febrero de 2004 por el anterior director general, Luis Racionero), este nuevo espacio fue la librería de la Biblioteca Nacional antes de su transformación en sala expositiva, de cuya adaptación a su nueva condición fue encargado el diseñador Alberto Corazón, quien la dotó de un sistema modular de paneles batientes que permiten transformar y aprovechar la estrechez y los muchos vanos de la sala, caracterizada por los sólidos pilares cuadrangulares que la dotan de un aspecto macizo, austero y casi secreto, como el de una cámara acorazada.
Distribución de las obras.
Colgar ciento ochenta obras en una sala tan angosta se antojaba una misión de difícil realización. Además de los grabados, había que añadir los textos de los libros y una abundante documentación cedida por el Museo Chillida Leku, que constaba de documentos originales, una plancha litográfica original con la caligrafía de M. Heidegger y fotografías de Chillida con los colaboradores y coautores de los libros, como Jorge Guillén, el mismo Martin Heidegger o E.M. Cioran.
Había que mostrar además, los textos de los libros, un audiovisual y algunas vitrinas donde situar la abundante documentación complementaria. Es decir, tomar decisiones de distribución en una sala recién abierta sin historia ni memoria de otros montajes que pudieran ayudar a resolver las dificultades de elegir la distribución entre panel y vitrina o el sistema de circulación por los angostos pasillos.
3.3.El Montaje.
En primer lugar había que tomar decisiones concernientes al montaje. Se decidió, como primera medida, organizar un tipo de circulación por la exposición con un criterio pedagógico y lo más sencillo posible. Después de analizar las diferentes posibilidades para escoger un modelo de circulación adecuado, se decidió adoptar un criterio cronológico y deambulatorio arterial, según una de las diferentes tipologías establecidas por M. Lehmbruck en 1974. Se escogió este sistema de orientación porque no permitía al visitante desviarse en el recorrido. Era el más adecuado para secuencias lineales, aunque hay que reconocer que “si un visitante quiere volver sobre algo ya visto puede provocar congestión, lo mismo que la multitud que se congrega en torno a un objeto de la muestra particularmente popular”. Esta atinada observación se hacía particularmente realidad en la Sala Hipóstila, dado el relativamente estrecho margen de espacio que se creaba con el laberíntico sendero que concluyó, a pesar de las dificultades, con cierto éxito: Félix Duque, catedrático de filosofía moderna de la UAM, experto en Chillida y Heidegger, afirmó haber encontrado en esta sala un lugar idóneo para contener, como en un cofre blindado y rocoso, semejantes tesoros.
Para romper la monotonía de los paneles modulares blancos y horadados (ver fotografías en documentos anexos) que condicionaban y uniformizaban en exceso la muestra, el comisario junto con la diseñadora de la exposición acordaron panelar en negro algunos de los batientes, con el fin de ayudar a distinguir las áreas dedicadas a cada libro y para ayudar a destacar obras de diferente enmarcación contrastándolas con
un fondo oscuro y neutro.
Además, se aprovecharon los paneles libres para estampar aforismos y pensamientos de Chillida realizados en vinilo con la caligrafía del artista. Estas frases se extractaron de un libro entonces de reciente publicación donde se reprodujeron en facsímil las sentencias del escultor, en forma de frases o en enumeraciones poéticas de palabras y conceptos.
La alternancia de paneles en blanco y negro, el recorrido salpicado de vitrinas y las paredes escritas con la caligrafía del artista facilitaron finalmente un resultado suficientemente coherente y completo. Sin embargo, se planteaba otro problema conceptual de máxima importancia: habiendo conseguido situar entre vitrinas y paneles las 180 estampas de que constaba la exposición, nos encontramos con la ausencia de los textos que conformaban la totalidad de los libros, por lo cual la exposición podría haber sido calificada como una exposición más de obra gráfica de Chillida. Tal vez la más completa, pero nada más que eso.
En la ausencia de espacio recurrimos a una original solución que ofrecía al público la posibilidad de leer y tocar los textos de los principales libros, reproducidos en facsímil sobre papel vegetal y encuadernados con dos baquetones de metacrilato, enganchados a
su vez a una pieza metálica, diseñada ad hoc, para que pudiesen pender en los extremos de los paneles donde estaban colgados los grabados. El efecto recordaba a los periódicos así sujetos que podían leerse en los cafés de antaño, pero permitió al público de la exposición acercarse al verdadero sentido de cada uno de los libros, muestra de la simbiosis de artista y creador.
Por último -y no por ello menos importante- se optó, con los libros de homenaje a J.S. Bach (año1997) y Aromas (año 2000) montar a la pared sus cajas contenedoras, dentro de marcos de metacrilato, concebidas por Chillida como auténticas esculturas, consiguiendo un interesante efecto al mostrar, coherentemente y en solución de continuidad, grabado, texto y documentación relacionada con la génesis de cada proyecto.
Diseño de la exposición
Uno de los retos planteados con esta exposición era, en materia de diseño gráfico y comunicación de la imagen visual de la exposición, romper con la imagen demasiado tradicional (y opinión del comisario, poco cuidada) que las exposiciones de Chillida ofrecían.
Se trataba de optar por una nueva perspectiva que desde la sencillez, la precisión y la limpieza, mostrase una nueva imagen del artista relacionada a su vez con la materia expuesta.
Incluir la caligrafía de Chillida parecía reiterativo por la utilización en el contenido gráfico del interior de la exposición, y se prefirió una mayor sutilidad proponiendo la idea de libro mediante la manipulación del soporte: el papel texturizado, por un lado recortando el nombre de CHILLIDA, que sugiriese la intervención básica del artista en el soporte, y por otro lado mediante la inclusión de un dibujo de línea, sencillo pero potente, que recordase la escritura a través de las líneas finas del dibujo. En el título quedaba claro que la exposición iba a ser de libros, y los diferentes soportes gráficos que de la exposición se hicieron (en los progresivos acercamientos e intentos por parte de la diseñadora y su equipo) se quiso transmitir de manera sutil y nada pretenciosa esa idea. Fueron importantes las conversaciones tenidas sobre la personalidad de Chillida, y parecía interesante remarcar la humildad y la rotundidad de las formas más sencillas.
No poco audaz e interesante resultó la solución de tratar que en el vestíbulo, las letras saliesen realmente del plano del papel y que este no fuera un papel liso. En el resto de elementos, estos recortes fueron una imagen plana, fotografiada, tal y como se puede apreciar en la documentación adjunta sobre la propuesta definitiva.
Pareció que la manualidad e imperfección en el recorte de las letras del gran cartel que daba entrada a la sala subrayaba la intervención humana sobre el soporte papel y conseguía plenamente el objetivo que el comisario de la exposición se había propuesto con el equipo de producción.
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