Batman contra el fascismo, Óscar Seco.
“Es imposible evaluar objetos tan diversos como los cuadros de un maestro desconocido o las monedas raras, porque son únicos en su género y no tienen equivalente ni tampoco concurrencia…
El precio de equilibrio de las ventas de estos objetos revela bastante azar…Un espíritu curioso podría encontrar satisfacción en el estudio minucioso de este fenómeno.”
Alfred Marshall, Principles of Economics, 1891
“Devolverle la vida a la obra de arte en la sociedad que la había abandonado en manos del
mercado, donde sobrevivía ya apartada tanto de sus productores como de quienes podían
comprenderla, degradada a la categoría de mera mercancía”.
Walter Benjamin, Eduard Fuchs, coleccionista e historiador, 1937.
Continuando con la serie de post dedicados a los “Nuevos paradigmas del mercado del arte”, presentaremos sendas entradas orientadas a entender la economía del mundo del arte.
Se puede afirmar que toda aproximación cuantitativa a un fenómeno artístico está consagrada al más o menos e incluso al fracaso. Pero, ¿hay que contentarse con ese concepto y renunciar a una aplicación seria de la economía para la aprehensión de los mecanismos del mercado del arte a través de conceptos forjados por la ciencia económica? Creemos que el rigor científico puede aplicarse en ambas direcciones. Haremos una aproximación en tres tiempos, determinando en primer lugar el valor económico de un bien artístico.
Después, enumeraremos algunos principios fundamentales que rigen el funcionamiento del mercado del arte. Por último, concluiremos en la situación económica actual del mercado del arte en relación al coleccionismo. Partamos del bien artístico. Hay que declarar desde un principio, para no provocar posteriores confusiones, la ambigüedad propia a toda aproximación técnica y contable a cualquier problema artístico. La naturaleza misma del objeto estudiado y su introducción en el mercado son aleatorias, obedecen a criterios no monetarios y por lo tanto no cuantificables. Pretender introducir criterios racionales en un proceso por definición irracional es un esfuerzo necesario a condición de no tomar la parte por el todo. Para determinar el valor económico de una obra de arte (o de otro bien) cuando esta se desenvuelve en el mercado, podremos distinguir tres métodos.
El primero sería el de una aproximación por los costes de producción: ¿Podemos determinar el valor de una obra de arte por la importancia relativa de los factores trabajo más capital en la fórmula de producción de la obra? Para el capital, su valor puede ser analizado bajo la forma de una constante en el tiempo por relación a un precio. Sea cual sea el soporte en el que está realizada la obra, esta se produce a partir de una materia prima (madera, piedra, tela o metal) cuyo precio relativo es decreciente a medida que envejece: no es un elemento determinante de su valor. Hay excepciones, como en el caso del Op Art. Esta tendencia artística se caracterizó en una época por la utilización de materiales técnicamente complejos y onerosos. En este caso, el coste del capital puede ser un capítulo determinante. También el coste posterior del capital invertido, en caso de reventa, puede repercutir negativamente.
Richard Prince, A nurse involved, 2002.
Para el trabajo y su coste, el problema es más complejo. La teoría marxista del valor-trabajo puede ayudar a aclararnos. El precio de un bien está ligado directamente a la cantidad de trabajo incorporado en la realización de una obra. Ahora bien, el tiempo utilizado por el artista en la finalización de su trabajo no es necesariamente el elemento determinante de su valor.
Puede ser esencial, en la determinación de un primer valor de intercambio, sobre todo si es un encargo o contrato, pero este valor se difumina hasta anularse después de varias transacciones. La durabilidad de los bienes artísticos es una de sus características esenciales en relación a otros bienes comerciales. La aproximación por los costes comerciales sólo se justifica cuando tanto la calidad de los bienes utilizados como el tiempo invertido en la producción coinciden.
La naturaleza económica del bien artístico descompone la teoría marxista que reconoce un valor universal al principio del valor–trabajo. Marx en El Capital (libro tercero, tomo tercero) señala la Excepción (…) de los trabajos artísticos propiamente dichos cuya especial naturaleza excluye de nuestro estudio. Sin embargo, otros economistas como Ernest Mandel afirmaron en su día que la validez valor–trabajo es aplicable también a las obras de arte, pero que sus
precios no están directamente determinados por el clásico juego del mercado concurrencial.
Podríamos resumir que aun reconociendo la existencia de un mercado de artistas a partir del cual se elabora una escala de precios, no existe una estricta correlación entre el coste del trabajo y el precio de la obra.
Bertrand Lavier, Young Chang Zanussi
Estas aproximaciones demuestran la especificidad de los bienes artísticos y sus precios, que para Marx está señalado por el deseo y el poder adquisitivo de los clientes, independientemente del precio determinado por el coste general de la producción y el valor de esa producción.
En la aproximación por el valor artístico, se deberían señalar los determinantes objetivos del valor artístico de una obra. Desde la sociología podría responderse afirmando que en cada época y en cada país se valora de manera diferente, rechazando o ensalzando tal o cual artista según los gustos del momento. Un ejemplo claro fue el de los artistas pompier, como David, Gérôme, Boulanger o Bouguereau, rechazados en su día por el impresionismo y relegados durante bastantes años para ser posteriormente rehabilitados en el mercado, pero sin alcanzar los precios constantes de su época.
Algunos economistas han intentado demostrar que no hay antagonismo entre el valor artístico y el valor de cambio. Sin embargo, no alcanzan a justificar la fijación del precio del bien por su valor artístico solamente.
Este post continuará la próxima semana.
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