Continuando con los elementos que forman parte del mercado del arte, hay que nombrar de forma obligada la crítica de arte.

En la Antigüedad ya existía un cierto concepto de “crítica de arte”, como lo demuestra Plinio el Viejo con sus comentarios a la escultura griega en referencia a la muerte del escultor Lisipo. Cuando la pintura pierde su finalidad didáctica y representativa y comienza a ser un objeto de cambio comercial – con el florecimiento de la burguesía, los encargos burgueses sustituyendo a los encargos eclesiásticos y nobiliarios-, los criterios de juicio pasan a ser menos precisos y aparece una nueva figura: el crítico de arte, el experto que emite el juicio de valor de las obras de arte, al que se dirige el potencial comprador para evitar cometer errores. La relación entre crítica de arte y mercado es un elemento que funda el actual sistema económico de esta industria, sustentada en los tres vértices artista-comerciante-crítico. Aunque hoy en día conviven diversas profesiones relacionadas –como son los curadores, comisarios y asesores ya en el siglo XVI, Vasari se ocupó de adoptar una terminología adaptada a la formulación de juicios de gusto que no se limitase a reflejar la adecuación de la obra al sujeto que el artista quería representar, sino que diese además razón de su valor cultural.

Denis Diderot

Denis Diderot

La crítica comenzó a alcanzar su madurez (tal como se entiende en la modernidad) a finales del siglo XVIII, con el surgimiento de una clientela burguesa industrial rica que accedió a la difusión de la crítica diaria sobre las exposiciones del momento. La primera firma que apareció asiduamente fue la de Diderot, que comentó todos los Salones de París entre 1759 y 1771. Estos comentarios fueron publicados en la Correspondence Littéraire, editado por Melchior
Grimm, cuya tirada era de tan sólo quince ejemplares. Cuando Diderot escribía sus comentarios la mayor parte de la población era analfabeta, pero los que sí sabían leer probablemente no estaban interesados en el devenir del arte de su época.

Con la multiplicación de las exposiciones en el siglo XIX y la contraposición de opiniones espontáneas a las oficiales hicieron que la prensa diaria tratase estos argumentos como aspectos de la crónica ciudadana y mundana. Nació así un nuevo tipo de periodismo especializado. Simultáneamente, la verdadera crítica de arte nace con las obras de pequeña dimensión y el disfrute del arte por parte de un público acomodado y relativamente amplio.
Aquellos burgueses de principios del siglo XX, que tanto se apasionaban por el arte, corrían el riesgo de no comprenderlo en absoluto, porque al querer estar en vanguardia, el artista se
veía obligado a realizar una investigación cada vez más compleja y menos comprensible a primera vista. Es por ello que el crítico se convierte entonces en intermediario necesario.

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El gran poeta Charles Baudelaire ejemplificó en el siglo XIX francés la figura del crítico de arte más influyente, por sus posturas intelectuales, siempre apasionadas, polémicas y políticas. La
Francia revolucionaria, sumida en barricadas y golpes de Estado, fue la férula de la reacción romántica frente al neoclasicismo. Y Baudelaire fue su príncipe. Aupó primero a Eugéne Delacroix, aunque posteriormente derivó hacia la defensa del realismo de Gustave Courbet. Ambos pintores supusieron una reacción a la Academia neoclásica de desnudos relamidos, personajes idealizados y pintura de estilo histórico.
Aunque Baudelaire no inauguró la crítica de arte, representa el punto de partida de la misma tal como hoy se entiende. La gran diferencia reside en el nivel de público y motivación con que se dirigían. En la Antigüedad y hasta Baudelaire, los críticos nunca se dirigieron a las masas.

Charles Baudelaire

Charles Baudelaire

La cuestión de la valoración estética se resolvió de dos modos: por un lado, según el gusto personal del comprador; por otro, por la opinión técnica del crítico. De este modo, la literatura crítica se convirtió en protagonista gracias al mercado y llegó a bifurcarse en sus atribuciones. Además de situarse como soporte ocasional y consecutivo a la realización de la obra y como vehículo para su circulación mercantil, se transformó también en la urdimbre teórica de los nuevos movimientos, fundando la nueva estética antes de que las obras fuesen ejecutadas. Ambos cometidos funcionaban en la valoración de las obras en su lugar de venta: por un lado la crítica se convirtió en el ámbito del juicio a posteriori; por otro, la crítica se hizo militante, partidaria declarada del artista o movimiento que apoyaba, decidida a defender sus razones mediante sus propios escritos.

El crítico de arte Leo Steinberg (1920 - 2011)

La crítica de arte es el proceso que conduce a la formulación de los juicios de valor en las obras de arte. Por tanto, la crítica de arte, que es un aspecto particular de la crítica estética, se distingue de esta en que su misión es la de juzgar obras individuales o grupos de obras,
mientras que la labor de la estética consiste en estudiar los problemas del arte desde un punto de vista general o teórico. La crítica además se distingue de la filosofía del arte en que esta última tiene como finalidad la interpretación y no la valoración cualitativa de las obras. A pesar de lo escrito, la crítica de arte se encuentra obviamente relacionada tanto con la estética como la filosofía de arte, en la medida que un juicio cualitativo presupone siempre una determinada teoría estética y determinado esquema interpretativo.

El crítico estadounidente William Rubin (1927 - 2006)

El crítico estadounidente William Rubin (1927 – 2006)

Todos los que escriben o hablan acerca del arte contemporáneo a través de los medios de comunicación y divulgación, cumplen una función que contribuye en mayor o menor grado a aumentar la cantidad de información sobre el asunto. Es evidente que el tipo de información varía según el nivel cualitativo y según la finalidad. No resulta fácil dar una definición del crítico de arte, ya que las personas que desarrollan una actividad de este tipo no se encuentran en la mayoría de los casos en directa dependencia de organizaciones comerciales, si bien todo su trabajo deviene por la mera existencia de un mercado. Para llegar a ser crítico de arte no es necesario cursar unos estudios específicos, que además no existen, sino que es suficiente saber aplicar las propias capacidades intelectuales, siendo la mayor parte de los críticos profesores de Historia del arte o de estética, periodistas, artistas, literatos, funcionarios de museos o de entidades culturales. La función específica del crítico especializado es la de intermediario entre el microambiente artístico y el ambiente cultural más amplio. Su actividad crítica se encuentra muy ligada a la práctica, puesto que los artículos que aparecen en los periódicos y en las revistas especializadas constituyen en definitiva un trabajo de justificación y valoración estética, con fines promocionales, de las obras de arte que más o menos directamente han contribuido a producir. Así, la posición del crítico se muestra objetivamente ambigua, dado que contribuye personalmente en la “producción” de las obras de arte y en la determinación de las cotizaciones por un lado y, por otro, es el consejero del público, es decir, el que se encuentra encargado de juzgar con total independencia la autenticidad de estos valores.

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