La controversia sobre la deriva en la intervención cultural de lo político como caladero de prestigio y voto puede ayudarnos a comprender el origen diverso de los comisarios como gestores culturales o funcionarios públicos suplantados, a veces, por otro tipo de comisarios, los políticos. El sistema autonómico ha facilitado un clientelismo que sacrifica al profesional y favorece la intervención de los políticos en diferentes instancias. Tenemos numerosos ejemplos de gestores aggiornados con los intereses del partido dominante en cada región autónoma.
Si en el anterior post, nos extendimos con el nuevo director del MNCARS, fue para ejemplificar el modelo de injerencia política, como señala Calvo Serraller en el mencionado artículo, que “pierde la autonomía del cargo público como director general para ser nombrado como ejecutivo de alta dirección.”
Observamos nuevos modelos de intervencionismo estatal en la cultura, por ejemplo, con el proyecto de promoción del arte emergente español en los EEUU, “The Royal Real TRIP”, auspiciado por el entonces secretario de estado M.A. Cortés. En esta operación de impulso al arte español se contrató como comisario a Harald Szeeman y de alguna forma, se alquiló el espacio del museo P.S. 1 de Nueva York, filial del MoMa.
Según se manifestaba en el prólogo del catálogo, tal muestra suponía el inicio de una serie de acciones promocionales para los jóvenes artistas españoles en el exterior, difundidas a través de una organización estatal de nuevo cuño que todavía pervive con la actual administración socialista, la Sociedad Española de Acción Exterior, SEACEX, creada también por el mismo Miguel Ángel Cortés para ese objeto. Este esfuerzo en promoción no tuvo continuidad en el tiempo, creemos que por varias razones, como fueron, principalmente, el cambio político posterior la ausencia de una política cultural rectora por parte del Estado central, cada vez con menos atribuciones en materia cultural, y el escaso eco de la itinerancia de la exposición (Nueva York y Museo Patio Herreriano) que en su presencia vallisoletana provocó el descontento y posterior dimisión de la entonces directora del museo, en cierto modo ignorada en la decisión de su celebración.
En tiempos más recientes y debido en parte a modas o al éxito de tendencias postmodernas, triunfan y llegan al comisariado de exposiciones filósofos que reflexionan sobre los nuevos relatos de las sociedades contemporáneas. Es el caso de Boris Groys y Georges Didi-Huberman, ambos con cierta presencia en nuestro país con la publicación de sus ensayos, como conferenciantes o en su calidad de nuevos popes curatoriales.
George Didi Huberman
Boris Groys, nació en Berlín Oriental en 1947 y se formó en la antigua Unión Soviética, en Leningrado. Estudió allí Filosofía y Matemáticas entre 1965 y 1971 hasta que emigró a Alemania Occidental en 1981. Enseñó en Colonia, Münster y posteriormente Karlsruhe, donde se instaló como profesor de Filosofía y Teoría de los Medios de Comunicación en 1994. Ha enseñado en universidades de California y Filadelfia, y desde enero de 2001 es rector de la Academia de Bellas Artes de Viena. Ha sido comisario de numerosas exposiciones, de Andy Warhol, Guy Debord o Tracy Moffat. En España inauguró recientemente los Encuentros de
PhotoEspaña, donde habló de fotografía y de sus cambios materiales. Su libro Stalin, la obra de arte total, servirá de apoyo a una exposición que prepara la Fundación Juan March en Madrid.
Analista lúcido de la sociedad contemporánea, su crítica al discurso dominante se centra en el análisis del fin de lo nuevo en el arte y el consumo convertido en la gran ideología de Occidente. Investigador polígrafo, escribe e investiga en campos tan diferentes como la Biopolítica, la ciudad en la Era de la reproducción turística o la educación de masas A propósito de comisariar, Groys afirma que “el trabajo del curador consiste en colocar obras de arte en salas de exposiciones. Lo que distingue curador de artista es el privilegio que éste tiene de exhibir objetos que no han adquirido aún la categoría de obras de arte…el comisario tiene la capacidad de exhibir obras, pero no la capacidad mágica de convertirlas en obras de arte, poder que corresponde –según las convenciones culturales- solamente al artista”( Art Power, ed. MIT).
Georges Didi-Huberman (1953) ensayista y filósofo de gran prestigio internacional complementó sus estudios en Roma (Académie de France), Florencia (Villa I Tatti, Harvard University Center for Italian Renaissance Studies), y Londres (Institute of Advanced Study, Warburg Institute). Hoy dirige seminarios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales (París), pero también ha sido docente en Baltimore, Northwestern, Berkeley y Berlín. En Alemania se han traducido varios libros suyos, con repercusión: fue premiado en Hamburgo por la Fundación del célebre historiador del arte Aby-Warburg, de quien se declara heredero intelectual. Seguidor de George Bataille, Carl Einstein y Walter Benjamin.
Ha ganado el importante premio Humboldt en 2006. Didi-Huberman se ha interesado por la metodología de la Historia del Arte, y es un gran teorizador de la imagen.
Foucault, Freud y Lacan, han supuesto también una gran influencia en su interpretación de las imágenes a través del psicoanálisis para construir otra posible historia del arte. Véase, por ejemplo, su Gestes d’air et de pierre (2005), sobre su amigo el psicoanalista Pierre Fédida.
Como Boris Groys, su campo de interés es muy amplio: el arte religioso desde la Edad Media hasta el arte de hoy, con ciertos motivos como la herida, la sangre y la carnalidad. Sus primeros estudios comenzaron con un trabajo sobre la fotografía y la falsedad de la teoría histérica del siglo XIX (La invención de la histeria).
Pero Didi-Huberman se ha preocupado asimismo, prolongando sus ensayos artísticos, por el teatro, la literatura, el cine, o el baile. Ha curado diversas exposiciones, como L’Empreinte en el Centre Georges Pompidou, París, en 1997, o Fables du lieu, en el Studio National des Arts contemporains, Tourcoing, en 2001.
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