El 2010 fue un año importante para la consolidación de algunas prácticas artísticas directamente relacionadas con el arte sonoro en España. Es preciso señalar cómo en este año el artista sonoro Francisco López expuso en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Ahora bien, esta institución ya había puesto sus ojos en el arte sonoro previamente a fin de sistematizar su Historia y categorizar su práctica, tal y como se puede apreciar en el hecho de que Víctor Nubla redactase a principios de la década una lista para Desacuerdos. Como señala José Luis Espejo, “los nuevos
Para aquellos que no lo sepan, Francisco López representa junto con Rafael Flores de Comando Bruno y Victor Nubla de Macormassa y Esplendor Geométrico, los supervivientes más famosos de una época especialmente vanguardista del arte español, lo que ha venido a llamarse arte electrodoméstico: un arte relacionado estrechamente con la tecnología de segunda línea que en los años 80 va a producirse y venderse a precios
Al referirnos a una producción tan heterogénea, realizada por individuos que podían no llegar a conocerse y que además, en su mayoría no pertenecían al círculo del arte institucional, no podemos hablar de un movimiento, como tampoco podemos hablar de proyectos políticos conjuntos y vanguardistas, términos que suelen matizar ese tipo de producciones. Ahora bien, al margen de políticas conjuntas e intereses compartidos, lo cierto es que este fenómeno, a su vez, generó toda una red de intercambio de casetes compactas y publicaciones, hoy foco de interés institucional, “en relación a unos modos de producción comunes que, aunque basados en reglas mercantiles, no se regían por los derechos de autor que tomaban fuerza entonces”.
Interés institucional puesto en marcha, decíamos, por gestores culturales y políticos que pretenden, en primer lugar, construir un relato de estas prácticas que se desarrolle en paralelo a los “felices años de la transición”. Es decir, enmarcado en la narrativa del acuerdo político y el progreso cultural de un Estado hasta entonces sumido en la barbarie. No obstante, cada vez es más frecuente encontrar charlas, exposiciones y talleres que se articulan a partir de este momento histórico, cuyo carácter heterogéneo y anti-institucional siempre tratan de evadir. “De manera que si hubiera que sintetizar el contenido de esas cansadas cintas, diríamos algunas de las palabras clave: innovación, provocación, libertad, conexión inter-ciudades e internacional en red, y un uso catastrófico de la tecnología más inofensiva”, comenta Llorenç Barber en un viejo texto para Zehar: un discurso que, en cualquier caso, recuerda demasiado al del arte plástico de los años 80.
Sea como fuere, “el arte electrodoméstico, que durante los 80 fue la manera más imaginativa de rebasar las fronteras de las culturas huéspedes y/o hostiles, planteó el uso de la electrónica en contextos teóricos y populares, a la vez que precisaban inevitablemente de las reflexiones sobre el arte Pop, tanto como sobre el art brut, enmarcadas en un debate permanente”. Siendo aquello que Nubla ha venido a llamar arte electrodoméstico, sin lugar a dudas, una de las tendencias más importantes de la creación sonora española contemporánea. Y eso es debido, en primer lugar, a prefigurar una serie de redes de distribución no mediadas y de espacios alternativos para el arte sonoro, espacios no museales que van desde la habitación de un individuo a una sala de conciertos. En segundo lugar, tal y como hemos comentado antes, este arte sonoro producido en el Estado Español, por su parte, entronca con el problema tecnológico que es común a toda la práctica artística que tiene al sonido como protagonista. En ese sentido, la democratización de los medios, o mejor, el acceso del ciudadano a la producción artístico-sonora, discurre en paralelo al fenómeno experimentado, en las mismos parámetros, por la imagen en movimiento.
Con todo, además de obras sonoras, esta escena, bajo las directrices del Hazlo tú mismo, habilitó también el desarrollo de toda una serie de producciones gráficas, desde imágenes que acompañaban a las cintas y a los logos de pequeños sellos independientes, hasta toda una serie de fanzines que operaban por debajo de las publicaciones contraculturales oficiales, tipo La Luna, publicación de la que hace unos años pudimos ver una exposición en la Biblioteca Nacional.
En cualquier caso, además de esta serie de producciones si se quiere materiales, la escena electrodoméstica nos legó también, a partir de esa estructura en red de edición/distribución/difusión no comercial, una serie de radios libres como Radio Pica, una emisora que permitió hacer visible a una serie de nombres hoy fundamentales: Eduardo Polonio, Juan Teruel, Marcelo Expósito o Luis Delgado, tan sólo una pequeña representación de una escena que a partir de nombres propios y siglas se desarrollaba por todo el Estado Español.
A fin de realizar un comisariado sobre la materia, por otra parte, tampoco hemos de olvidarnos del carácter objetual de muchas de estas producciones o manifestaciones. No en vano, en otras latitudes ya se están desarrollando proyectos editoriales y comisariales que recuperan las cintas casetes como soporte creativa, ya sea sonoro o visual. Quién sabe si dentro de unos años este movimiento reviva lista se extenderá también la edición y a los libretos de los CDs. Además, otro aspecto a tener en cuenta, son los vínculos que se establecieron en este red peregrina de distribución y las prácticas mail-art, tipo Fluxus. Hubo incluso algunos eventos expositivos en los que Mail y Cassette se presentaron juntos como parte del mismo movimiento. Art Postal Shock organizada por 4 Sellos, coordinadora que agrupa a los sellos independientes de música: Laboratorio de Música Desconocida, Las Cintas del Fin, Duplicadora y Gran Mal (Félix Menkar, Antón Ignorant, Victor Nubla y Guillém Castaño). Además, Nel Amaro, desde Turón (Asturias), organizó la exposición III Pa velo – Muestra internacional de poesía fonética y sonora, Memorial Juan Eduardo Cirlot , con tema libre y el soporte de las participaciones en cassette de audio.
Con todo, como reseñábamos líneas más arriba, Víctor Nubla fue el responsable del archivo de músicas electrodomésticos para el proyecto Desacuerdos, junto con José Antonio Sarmiento y José Igés, quienes generaron otros dos archivos. Mientras que los dos últimos archivos responden más bien a una influencia de modelos anglosajones en la producción española, el de Nubla se centra según sus palabras en la actividad que surge como “resultado del cambio tecnológico ”discreto”, que tiene lugar en los años 80, cuando la edición limitada, unitaria o personalizada, adquiere un auge insospechado”.
En ese sentido, el aspecto tecnológico, día a día, gana enteros como materia expositiva, llegando incluso a monopolizar temáticamente algunos centros de arte contemporáneo. De esta forma, es preciso mencionar la influencia de The Audible Past, el ensayo de cabecera sobre los orígenes culturales de la reproducción de sonido. Una línea de investigación similar a la puesta en práctica por Suspensiones de la Percepción de J. Crary con la vista, donde Jonathan Sterne analiza los orígenes de la fonografía y su interacción con la cultura de principio de siglo.
Así las cosas, entender la Historia de la cinta magnética en la España de los años 80 se hace ineludible, y no sólo porque cambiase la manera de escuchar, sino porque cambió el modo de escuchar música, de producirla y de distribuirla. Y además, en nuestro caso, fue este formato en particular lo que originó todo un movimiento artístico.
Dentro de los diferentes modelos de institucionalización, es decir de los espacios en donde se expone y se archiva, mejor, toda esta serie de materiales, debemos hablar del Centro de Difusión de Música Contemporánea, que fue fundado por Luis de Pablo (uno de os organizadores de los Encuentros de Pamplona) en 1983 con el apoyo del Ministerio de Cultura del primer gobierno socialista. En 1985 Tomás Marco, integrante ocasional del grupo ZAJ, se convierte en su director. Según el centro, fue la necesidad de integrar las aportaciones de la música de los años 60 y 70 lo que inspiró en parte la creación del centro. Este centro se fusionó con el MNCARS desde la creación de este último en 1986. Lo interesante, por otra parte, de este movimiento fue que frente a las subvenciones estatales o privadas, estos músicos trabajaban con aparatos de gama baja, otra de las características principales de la socialización de la tecnología de estos años.
En resumen, los artistas electrónicos, se han convertido de esta forma en científicos, ya que parte de su trabajo consiste en la investigación y en el desarrollo de tecnología con la que crear sus obra; situación que, de alguna manera, supone una pequeña esclavitud del medio. Es decir, prácticamente todos los géneros y estilos que surgen en el mundo del Arte Electrónico y Sonoro tienen una conexión directa con los métodos de producción, por ello, los artistas digitales tienen la obligación profesional de permanecer atentos a estos adelantos, investigando y actualizando sus equipos al ritmo que marca este desarrollo. “El binomio Artista-Científico ya es inseparable”. Obligando, por su parte, al comisario que pretenda desarrollar un proyecto sobre este tipo de manifestaciones a mantenerse informado sobre las tecnologías de registro de sonido, así como a reflexionar sobre el mejor modelo para representar y exponer estos fenómenos.
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