Uno de los principales enemigos que mina la transparencia del mercado del arte es el de las falsificaciones. Contra él luchan los museos, instituciones, casas de subastas, anticuarios, coleccionistas y la Brigada de Investigación del Patrimonio Artístico. Según estas fuentes todos los pintores importantes han sido falsificados y existen verdaderas mafias que tratan de embaucar a los incautos con obras fraudulentas.

Para acreditar una obra, no bastan los certificados, muchos de ellos de dudosa legalidad, en caso de sospecha conviene solicitar estudios y análisis minuciosos realizados por expertos, los peritos tasadores de obras de arte. Dicho experto realizará una prueba pericial, que será válida como documento legal, en el caso de que su dictamen deba ser presentado ante un juez.

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 “Untitled” (Orange, red and Blue), copia falsificada de Rothko, Pei-Shen Quian, 

Tápies, Barceló, Palencia, Mompó, Picasso, Dalí, Bores, Casas, Sorolla, Clavé…, se encuentran entre los artistas más falsificados, aunque los expertos de museos y de la Policía coinciden en afirmar que todos los autores tienen sus falsificaciones, no importa que estén vivos o muertos, las falsificaciones están a la orden del día. No hay un pintor mejor falsificado que otro, sí más falsificado como Dalí, Miró o Picasso.

Algunas fuentes afirman que hasta el 40% de obras de arte de antiguos y modernos maestros, pueden ser falsificaciones. 

La prensa nos sorprende a menudo con noticias sobre la proliferación de obras de arte falsas, redadas de falsificaciones e incluso, hasta los museos más prestigiosos del mundo, como el Museo Británico o el Museo del Louvre, han organizado exposiciones sobre las falsificaciones, como la que recientemente celebró el Círculo de Bellas Artes sobre Elmyr de Hory.img_exposicion_162

Además, es habitual que importantes museos, como es el caso de la National Gallery, hagan muestras temáticas de este tipo de obras, erróneamente atribuidas a grandes maestros: “Close examination: Fakes, Mistakes and Discoveries”.

Su director, Nicholas Penny, señalaba su deseo de que con esta muestra, la gente deje de pensar que el hecho de poseer obras falsas es algo vergonzoso. 

Se considera que una obra de arte es falsa cuando se tiene la intención de venderla como auténtica de un autor siendo de otro, con plena consciencia de ello. Copiar, pintar “a la manera de” o realizar un pastiche no es un delito y han sido formas de aprendizaje del artista en todas las épocas.

Podemos encontrar dos tipos de obras falsas: la de nueva creación y la obra de arte original a la que se le confiere una atribución provechosa comercialmente, partiendo incluso de manipulaciones como la adición o supresión de firmas en pintura. Actualmente, la aplicación de técnicas científicas se ha convertido en práctica indispensable para la catalogación y autentificación de las obras de arte.

Otro aspecto a tener en cuenta son las telas, ya que las obras realizadas en los años 20 ó 30 no se pueden encontrar en la actualidad y son más fáciles de identificar. Hasta mediados del siglo XX los bastidores los hacían  los propios pintores, después se comenzaron a utilizar las industriales. A este respecto los expertos recomiendan, a la hora de adquirir un lienzo, mirar siempre por detrás ya que muchas veces proporcionan información muy precisa, como firmas del artista, sellos y etiquetas de exposiciones, aduanas, galerías, papeles de periódicos pegados, apuntes, etc. A veces los cuadros hablan más por detrás que por delante y es importante tener en cuenta que los re-entelados (marouflage) pueden ocultar una obra falsa.

Para evitar fraudes es importante la colaboración no sólo de expertos o de la familia, sino también de Fundaciones que defiendan la obra del autor. Esto ocurre, por ejemplo, en el caso de Miró que une a su condición de artista universal una larga lista de casos de falsificaciones, aunque su obra es, a la vez, una de las más protegidas. Otro aspecto que contribuye a la limpieza del mercado es la edición de catálogos razonados.

Todos los pintores tienen sus falsos, aunque sí es cierto que hay algunos cuyas “copias” son más habituales, como es el caso de Salvador Dalí,  ya que este autor dejó su firma plasmada sobre hojas en blanco, lo que ha influido en la gran cantidad de falsificaciones de obra gráfica detectadas.

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Los falsificadores son artistas con una capacidad especial para imitar estilos de otros, no sólo son copistas, crean obras propias utilizando el estilo del pintor al que falsifican. Pero no todos estos artistas falsifican, es decir, pintan cuadros al estilo de,  pero no firman. Hasta ese momento no existe nada que sea ilegal, es una obra original suya pero sin firma. Estas pinturas comienzan entonces un proceso complejo hasta convertirse en un fraude. En un principio no suelen ser los propios pintores los que les añaden la firma. La pieza puede cambiar sucesivamente de manos esperando el momento propicio para entrar en el mercado. 

Uno de los grandes falsificadores de obras de arte de la Historia fue Elmyr de Hory. Se dice de él que llegó a falsificar más de mil cuadros, que fueron expuestos en museos de todo el mundo, bajo la firma de Picasso, Modigliani o Degas, entre otros. Nacido en Hungría, a lo largo de su trayectoria empleó diversos nombres en su afán por no dejar huella (Dory Boutin, Elmyr von Houry, Herzog, L. E. Raynal, Louis Nassau…). Hory residió 16 años en Ibiza, donde acabó sus días tras una vida llena de engaños, lujo y experiencias insólitas.

La trayectoria vital y artística de Hory fue glosada en el libro ¡Fraude! La historia de Elmyr de Hory, el pintor más discutido de nuestro tiempo, escrito por Clifford Irving, amigo suyo y también célebre estafador. Las andanzas de ambos personajes atrajeron la atención de Orson Welles, quien les dedicó el documental F for Fake, una historia de y sobre engaños en la que él mismo dentro del filme –tal como lo hizo en la vida real–, les acompaña en la reflexión sobre la realidad y la falsedad en el mundo de la creación artística.

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La fascinación por las falsificaciones también ha dado origen a un coleccionismo legal. La copia ha sido práctica habitual utilizada a través de la historia como trasmisión de conocimientos, encargada por Reyes, Iglesia y nobleza para decorar palacios, catedrales o conventos.

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En torno a este mundo se ha creado un coleccionismo de obras falsas. Uno de los primeros en darse cuenta del negocio fue el italiano Giuseppe Salzano, cuando después de adquirir un auténtico Chirico conoció a su verdadero artífice, Antonio Razei, copista. Fue entonces cuando decidió encargar a éste y a otros sesenta  artistas obras para la Fundazione dei falsi d´Autore,  donde se hace especial hincapié en la falsificación de pintura antigua. Algunos de los autores falsificados pertenecen a la élite de los artistas italianos del Trecento y el Quatrocento.

61 Madonna con el Niño, Umberto Giunti, al estilo de Botticelli.

La diferencia entre una falsificación y una copia está en la firma. También en España se puede acceder a este mercado de falsos legales y copias, ya que se han instalado empresas especializadas que trabajan a la carta o mediante un catálogo de copias de los más prestigiosos autores.

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